Comisión de Valores para un mercado mejor
- T+
- T-
Guillermo Tagle
El proyecto recién anunciado por el Ministerio de Hacienda, de transformación de la actual Superintendencia de Valores en una Comisión de Valores, es un paso trascendental. El regulador del mercado de capitales requiere independencia, separar funciones, fortalecer la capacidad de establecer normas, modernizar la regulación vigente, supervisar el buen y correcto funcionamiento de los partícipes, investigar conductas sospechosas, sancionar infracciones, entre muchas otras cosas.
La exposición pública del Superintendente de Valores, la breve duración del cargo, la contingencia que implica tomar decisiones que pueden tener consecuencias políticas, el carácter y responsabilidad unipersonal de la función, hace difícil avanzar y progresar en la dirección y velocidad que los tiempos requieren.
El proyecto propuesto, que considera la creación de una Comisión con cinco miembros, cuya nominación sea propuesta por el Poder Ejecutivo y validado por el Congreso, con renovaciones parcializadas, da autonomía, asegura la independencia y genera continuidad en los procesos de modernización y actualización del marco regulatorio.
Los mercados avanzan a una velocidad vertiginosa. La tecnología ha introducido nuevas formas de operar y transar. Algoritmos y modelos matemáticos han reemplazado procesos e interacción manual, la interconexión internacional está borrando gradualmente las fronteras. Nuevas plataformas de transacción conectan a inversionistas de cualquier parte del mundo, en tiempo real. El “chat” ha reemplazado las conversaciones telefónicas. Sistemas de custodia global interconectados, medios de pagos electrónicos, sistemas de liquidación internacionales, un mercado plenamente abierto, emisores locales que pueden ofrecer sus valores a inversionistas de todas partes del mundo, emisores de todas partes del mundo que pueden ofrecer sus valores a todos los inversionistas locales.
En este ambiente, no calza un sistema de investigación y fiscalización de conductas manual (con informes en papel), con un sistema de transacción automatizado global y electrónico, donde los nano segundos determinan el orden de precedencia. Un sistema de registro y emisión de valores manual y “territorial”, donde la geografía y las fronteras determinan el ámbito de incumbencia de la supervisión, tampoco corresponde en un mercado donde los capitales no necesita controles aduaneros. Valores registrados en cualquier jurisdicción reconocida, pueden ser comprados por inversionistas de cualquier otro ambiente válidamente identificado.
Los paradigmas tradicionales de territorialidad, velocidad de registro de valores, aprobación de nuevos productos, oferta privada y oferta pública, son conceptos en los que el ámbito de supervisión ha cambiado sustancial e irreversiblemente. Por otra parte, en este ambiente de mayor innovación e integración global, los estándares y la rigurosidad con que se debe velar por el correcto funcionamiento del mercado, son también cada día más fundamentales. En este ambiente de integración, competencia y globalidad, los mercados terminarán concentrando su actividad, con mayor flujo y profundidad, donde encuentren el ambiente más eficiente en materia de costos y menores fricciones regulatorias. Donde la relación entre calidad, seguridad, costos, liquidez, corrección y protección, sean los más eficientes y adecuados.
En todas estas materias, Chile mantiene la delantera en la región, pero con una posición vulnerable. Brasil, Colombia y México están trabajando activamente por tomar una posición de liderazgo financiero regional. Chile tiene aún posibilidades de liderar el desarrollo financiero de la región, pero para ello necesita modernidad y fortaleza en su marco regulatorio. Esto difícilmente se puede lograr, con una institucionalidad donde la autoridad debe cambiar cada cuatro años, donde las pautas y prioridades y son redefinidas según sea la mano del gobierno de turno.
El proyecto de transformación para la Superintendencia de Valores propuesto por Hacienda es de vital relevancia. Probablemente no sea de la notoriedad pública, ni del impacto político que puedan tener otros temas más fáciles de entender y promover en las campañas electorales en curso. Los tiempos son cortos, los plazos apremian, el Congreso tendrá la palabra y tendrá que resolver si puede dedicar tiempo y relevancia a estas materias, que aunque complicadas, no fáciles de entender, son esenciales para seguir construyendo un país moderno, innovador y que mejore la calidad de vida de todos los chilenos.